Mi amigo es una torre coronada de calma,
que en su interior guarda,
la serenidad de un amor ido, libros y camino,
y mucho, mucho más que camino.
Mi amigo tiene las manos fuertes del trabajo vencido,
la mirada infinitamente triste y dulce de un niño,
mi amigo tiene el alma sana, infantil y juega con mis hijos,
así, como así, como juega otro crío,
como si nunca hubiera crecido.
Llegó como un viento que se instala en el alma,
y cuando el orden o el desorden se tiñen de tristeza,
llama a la puerta, bebé mi te y roba mi pena.
Y se va,
sin decir si ha de volver,
sin decir si volverá a llamar,
sin cuestionar silencios,
sin medir el tiempo.
Y me enseña que una sonrisa no tiene precio,
que una estrella tiene nombre
y que un hombre tiene destino.
Mi amigo es como la lumbre que se divisa a lo lejos,
en el margen del camino.
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